martes, 29 de noviembre de 2016

Serie Malevich-Montserrat Doucet



            POESÍA QUE SE DESLIZA POR EL BORDE DE LA LUZ

Hace unos días tuve la oportunidad de asistir a la exposición, llevada a cabo en Aranjuez, su ciudad natal, de la Serie Malevich del pintor constructivista Julián Casado. Junto a la exposición se organizaron unas jornadas paralelas de conferencias y actividades promovidas por un grupo de mujeres que se han empeñado en que la obra de este notable artista no caiga en el olvido, que no se pierda o abandone Aranjuez. Entre ellas, destaca la poeta Montserrat Doucet, que ha puesto uno de los mayores esfuerzos para promocionar a Julián Casado. Mi visita a la muestra, que pude realizar en paralelo con lecturas de poemas de Doucet realizados para ilustrar la Serie Malevich, me alertó de que todavía no había reseñado un poemario tan bello como exigente, y que ya era momento de saldar esa deuda.
            Montserrat Doucet llevó a cabo, en 2013 y en la Editorial Doce Calles, su propia Serie Malevich poética, plasmada en un libro artesanal (montado a mano por la propia autora y con una tirada limitada a 150 ejemplares firmados por ella) tan gozoso como bello. Una joya literaria de una rareza magnética en donde a cada fotografía de cada cuadro le acompaña un poema. Un esfuerzo descomunal que cristaliza en una poesía fría, arquitectónica, de versos trazados con tiralíneas y atmósfera luminiscente.
            Era un gran desafío. Y tuve el privilegio de poder asistir en primera línea al proceso creativo y compositivo de estos veintiún poemas que acompañan a otros tantos cuadros seleccionados de la serie de 42 piezas del pintor de Aranjuez. Partiendo de una de las premisas fundamentales que emanan de las pinturas:

“Solo un instante
para abrir y cerrar
todo el espacio” ,

Montserrat destila su trabajo poético tomando de la mano las líneas fundamentales del pintor: luz, geometría y espacialidad:

“El verdadero espacio
Nace del corazón vertical de la luz”.

La obra de Casado se plantea en estos breves poemas como una batalla entre la oscuridad, que rellena todos los recovecos, y la luz que pugna por taparlos en una catarata de destellos:
           
“Lo oscuro, tal vez,
            emerge de la luz,
            no del espacio”.

            De esta confrontación nacen los cuadros que componen la Serie Malevich, y de esta crisis brotan, producto de una gran tensión por describir poéticamente, los versos de Montserrat en un ejercicio de desnudez lírica que cede todo el protagonismo a las extrañas sensaciones que transmiten las pinturas. De ahí el esfuerzo de la poeta por construir el artefacto poético desprovisto de las mayores metáforas posibles, casi sin imágenes, para que resulte un poemario directo y cerebral, pero eficaz, porque apunta directamente a la gélida impresión que los cuadros causan en el espectador. Un impacto que es producto de un tour de force entre las líneas y la gradación de la paleta de colores, un tour de force que se traslada a la poesía, en un combate entre la ausencia de imágenes elegida para acoplar la palabra y los breves poemas que se conciben como un todo, como una emanación mental que vuelca las telas en las páginas.
            

Esta batalla campal entre la forma pictórica y la forma poética lleva la sinestesia hasta un nivel hipnótico, un embrujo desasosegante que se significa en el libro de Montserrat Doucet. La autora combate con los versos, con las pinturas, y consigue burlar con éxito lo que denomina como las “inaccesibles trampas de luz”.
Ahora, lo realmente urgente es que Aranjuez encuentre un lugar para la exposición permanente de una obra fundamental como la Serie Malevich de Casado, que los oídos de quienes puedan hacer esto posible se muestren receptivos y, tal vez, embrujados por el poemario de Doucet que, como el pintor, ha querido “ser ya el espacio”.

Y es un deslumbrante espacio poético.