BOCCACCIO EN LA CINTURA DEL MUNDO
El
estilo es el de un hombre letrado y culto, lo que de inmediato podría
identificarlo con el propio autor, José de la Cuadra, ducho en asuntos de
abogacía. Sin embargo, un cierto rastro en el texto, justo al inicio, a modo de
extraño prólogo o proemio por boca del propio autor, nos separa esa voz, la De
la Cuadra, de la otra voz que en el texto se permite juzgar y criticar,
metiéndose en la cabeza de los personajes sin problemas. A ello, hay que añadir
los telegramas que abren y cierran el texto, y las pequeñas historias
intercaladas (la de Ternerote, la del clarinete), que conforman una narración
que, a primera vista, se podría interpretar como una especie de puesta en
escena narrativa con la técnica del collage. De repente, otra voz, que hace
algunas reflexiones sobre el río y que asegura que le “vienen a la memoria
cosas pasadas”, contribuye a crear, todavía, una mayor incertidumbre sobre
quién o quienes narran la historia de La Tigra.
Después
de analizar estas voces que confluyen, y fijarme en la estructura narrativa del
cuento, he llegado a la conclusión de que tiene una construcción que recuerda a
la obra de Giovanni Boccaccio, El Decamerón. Ignoro en qué circunstancias se
produjo la recepción de la obra del italiano en el Ecuador, pero cabe imaginar
que De la Cuadra, hombre de letras, muy bien podría haberla leído o conocer
partes de la misma. Es significativo el juego de narradores, con unos marcados
tintes bocaccianos que, aunque puedan ser una mera coincidencia, sorprenden
para estructurar un texto tan corto. El texto de Boccaccio se articula con un marco
externo desde el cual nos habla el propio autor, avisándonos sobre los
propósitos y funciones de lo relatado (en La Tigra, este marco externo
correspondería al breve prefacio de advertencia del propio De la Cuadra).
Después, los cuentos en Boccaccio se inician con un marco interno que abre y
cierra las narraciones, a modo de introducción, cuya réplica serían los
telegramas que enmarcan el principio y el fin de La Tigra. En Boccaccio,
arranca el cuento, narrado por alguno de los personajes que se nos han
presentado en el marco interno, y en De la Cuadra nos lo cuenta alguien que,
evidentemente, y como ocurre en los relatos del italiano, estuvo presente, dado
ese recurrente “vienen a la memoria cosas pasadas” tan boccacciano, hasta
chauceriano.
En
la narración de Boccaccio se insertan, muchas veces, otros cuentos narrados por
otros personajes, y en La Tigra podemos encontrar varias sub-historias: los
agentes que acuden a la casa de las hermanas para liberar a Sarita, la de las
tres hermanas, la de Ternerote, la de la magia de Masa Blanca, la del
clarinete… esta última con vocación de inserto, no en vano termina con la
afirmación de un narrador: “y esta es la historia del clarinete”. Podríamos
añadir las coincidentes cargas de amor, sexo y erotismo en ambas obras, así
como los comportamientos sexuales de las mujeres; la historia de Ternerote
recuerda a la de Masetto, el jardinero de un convento, que también sufre una
consunción al ser disputado sexualmente por varias monjas: ya sería irónico que
la moderna técnica de collage narrativo en De la Cuadra pudiera ser una novedad
del año 1351…
El notable descuido en el tratamiento de los materiales narrativos no es
síntoma de modernidad, sino de mala administración y poco dominio del oficio; me digan lo que me digan a mí me sigue pareciendo una narración
deficiente, independientemente de cómo me vendan esta historia: un Boccaccio en la cintura del mundo que se queda en mero anecdotario
truculento de historietas erótico-festivas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario